Navidad sin amenazas: Que Santa sea sólo un ser de amor, no de miedo.
Ya comenzó la época de la famosa frase: “Si no me haces caso, Santa no te traerá tus regalos,” y yo tengo algo que contarte al respecto.
El otro día, mientras esperaba a que mi hija saliera de su clase de gimnasia, escuché la primera amenaza navideña del año. Una mamá encantadora, que había estado jugando con su pequeño mientras esperaban, de pronto apresuró a su hijo a recoger sus cosas con esta frase:
—”Si no acabas de recoger en tres, Santa no te va a traer tus regalos. ¡Córrele!”
Al escucharla, sentí un pequeño hueco en mi corazón. Observé al niño, quien con una mezcla de tristeza y miedo en su carita, se apresuró a recoger. En su prisa, los colores que llevaba en las manos cayeron al piso. Se inclinó rápidamente, intentando recogerlos de nuevo, y volteó con ojos ansiosos a su mamá, tratando de interpretar si todavía estaba a salvo o si ya había perdido sus regalos, esas demostraciones de amor tan preciadas de Santa. Finalmente, terminó de recoger y, con una pequeña pausa, extendió su manita hacia la de su mamá, quien con una sonrisa le dijo: “Listo, vámonos.”
Si, como yo, creciste escuchando esta frase mágica que parecía garantizar obediencia inmediata, es probable que también sea tu recurso predilecto para manejar las fiestas caóticas de diciembre. Pero déjame contarte lo que hay detrás de estas palabras para que decidas si quieres repetir esta práctica con tus hijos o estás listo para reescribir la creencia de que esta es la mejor manera de lograr que obedezcan.
ABC de las emociones: Cómo educar desde el amor
A: Aceptar sin juicio lo que está pasando
El primer paso es observar las acciones de tus hijos tal cual suceden, sin interpretarlas ni juzgarlas, que están llenos de carga emocional y es lo que nos hace lastimar. Aquí nos enfocamos en QUÉ ocurrió, describiendo los hechos de forma neutral y objetiva.
Ejemplo:
“María le pegó al gato.”, “Juan me contestó enojado”, “Xavier me dijo una mentira”
Esto nos ayuda a mantener la calma y evitar reacciones impulsivas, permitiendo que podamos responder desde un lugar de entendimiento, no desde el control o el enojo. Este enfoque neutral crea un espacio seguro para comprender lo que está detrás del comportamiento.
B: Buscar las emociones detrás del comportamiento
El segundo paso es cuestionar POR QUÉ el niño actuó de esa manera, investigando como detectives las emociones y necesidades que podrían estar impulsando esa acción.
Preguntas clave para explorar el POR QUÉ:
- ¿Está cansado, tiene hambre o está abrumado?
- ¿Se siente triste, frustrado o tiene miedo?
- ¿Se sintió ofendido, ignorado o herido emocionalmente?
Ejemplo:
“María le pegó al gato. ¿Por qué lo hizo? Quizá está frustrada porque no pudo terminar su dibujo o porque no sabe cómo expresar que necesita atención.”
Esta etapa no busca justificar el comportamiento, sino entenderlo, lo que nos permite conectar con el niño desde la empatía antes de intervenir.
C: Conectar y enseñar
El tercer paso es enseñar de manera amorosa y efectiva, utilizando la conexión emocional como base para ayudar al niño a desarrollar las habilidades necesarias. Aquí respondemos a la pregunta CÓMO: ¿Cómo puedo enseñarle lo que necesita aprender mientras fortalecemos nuestra relación?
Pasos prácticos:
- Nombrar la emoción: Ayudamos al niño a identificar y comprender lo que siente.
- Ejemplo: “María, parece que te sentiste frustrada porque el gato no quiso jugar contigo.”
- Ofrecer alternativas: Enseñamos maneras saludables de manejar sus emociones o necesidades.
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- Ejemplo: “Cuando te sientas así, en lugar de pegarle al gato, podemos decir: ‘Estoy molesta.’ También podemos buscar algo más que hacer juntos.” Explicar la consecuencia de los actos: Mira, el gato salió corriendo porque le dolió y no pegamos, puedes pedirme ayuda si lo necesitas.”
- Reforzar con validación y guía: Le mostramos que aprendió algo importante y reforzamos la conexión.
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- Ejemplo: “Mira cómo lograste recoger todos los colores. ¿Te sientes contenta contigo?”
Repetir o reescribir
Educar sin amenazas es más que una estrategia: es un regalo que les damos a nuestros hijos para ayudarlos a desarrollar confianza en sí mismos y habilidades emocionales. No se trata de repetir las prácticas de control que aprendimos, sino de reescribirlas desde el amor y la conexión y así, además, sanar.
Por eso escribí mi libro Repetir o Reescribir, donde comparto herramientas prácticas para convertir los retos de la crianza en oportunidades de crecimiento y aprendizaje. Está disponible en Amazon y Sanborns. Porque podemos ser los padres que siempre soñamos tener, guiando con empatía y enseñando desde el corazón.
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